Aragón Digital, 3 septiembre 2014
Unos años antes había leído el apasionante
libro de Günter Wallraff, titulado Cabeza
de Turco, que narra cómo el autor, periodista, se disfraza de emigrante
turco y acepta los peores trabajos posibles , para poder descubrir las dos
caras de la sociedad occidental. Ese libro me conmocionó, y desde entonces
quise conocer Alemania.
Unos años más tarde, era el verano de
1992, y estábamos en Berlín, dentro de nuestra vuelta a Europa (mochila al
hombro y tren tras tren) con el Interrail en ese mes de agosto.
El muro había caído casi tres años antes,
y todavía podían conseguirse algunos trocitos de él, como símbolo de lo que
habían sido las dos Europas y la Guerra Fría en los 40 años anteriores.
Se respiraban aires de libertad. De algo
nuevo. Los alemanes habían unido las dos partes de su capital, con orgullo, y
se disponían a dar al resto de Europa una lección de reconciliación y
liderazgo.
¿Qué ha ocurrido veinte años después?
Nos encontramos hoy ante una Europa muy
diferente de la de aquel año, con unos líderes desprestigiados, una carencia de
liderazgo en el Viejo Continente, y unas sociedades que exigen a sus dirigentes
cambios muy profundos en el modo de gestionar la cosa pública, ante las
injustas políticas de austeridad aplicadas (con el pretexto de pagar una deuda
generada sobre todo por unos voraces bancos al servicio de promotores,
especuladores y algunos políticos sin escrúpulos), y el progresivo
desmantelamiento del sistema europeo de bienestar, al que España y Aragón
habían llegado con retraso, pero habían llegado tras nuestro ingreso en la
Unión Europea en 1986.
Ante esta situación, retomo el contenido y
el título del libro de Günter Wallraff, y viendo algunos de los casos de
corrupción actualmente investigados en Aragón (Molinos, Plaza, etc), y con buen
conocimiento de causa sobre los mismos, como bien sabe la opinión pública por
la lucha sin cuartel contra la corrupción que llevamos realizando en estos
últimos cinco años, se llega a la conclusión de que se investiga mal, tarde, y
no se desenmascara en ningún caso a los auténticos responsables.
Se eligen cuidadosamente varias personas
en cada caso, como cabeza de turco, y
(sin pruebas definitivas, sino muchas veces con conjeturas y meras
especulaciones) se les inmola ante la opinión pública, para que pueda ésta
pensar: “ya se ha detenido a un corrupto más”, y así se pueda concluir que
Aragón ya ha cubierto su cuota de reducción de la corrupción.
Pues va a ser que no. Al buen ciudadano,
conocedor de lo que realmente ocurre, viendo este verano cómo salen a la luz
pública casos tan gravísimo como el de Jordi Pujol y su familia, piensa que en
cada región existen muchos Jordis Pujoles, a los que durante muchos años, por
un tejemaneje entre unos y otros, se les ha dejado hacer, aunque muchas
personas ya sabían de esas prácticas corruptas y han mirado para otro lado.
Los que las hemos denunciado desde un principio
hemos sufrido una presión inaceptable, en el ámbito personal y profesional. Que
no se la recomendamos a nadie.
Pero afortunadamente, hoy, los hechos nos
están dando la razón. Y no pensamos dar ni un paso atrás en este objetivo,
porque está basado en unos valores profundos de creer en este país y en esta
región, y en su gente, en sus ciudadanos, que son los que esperan y desean un
sistema más limpio, que nos equipare al de los países de nuestro entorno más
avanzados.
Ojalá lo consigamos, pero como dijo el
honesto juez Miguel Ángel Torres, que instruyó el caso Malaya de Marbella, en
una entrevista el 23 de agosto en El País (que puede verse por internet), los
jueces y fiscales deben actuar no contra los cabezas de turco de cada caso,
sino ser valientes y llegar hasta el final. O la del día 24 al fiscal Horrach
que ha destapado tantos casos en Baleares, que afirmaba que los políticos
eligen muchas veces a los jueces instructores (por ser aforados), y eso
imposibilita cualquier investigación seria.
Ahí estaremos colaborando todos los que
queremos un Aragón más limpio y avanzado, tanto en transparencia en la vida
pública, como también en la puesta en marcha de una nueva política económica y
social, que acabe de una vez por todas con los recortes en los servicios
públicos (educación, sanidad, infraestructuras, servicios sociales), y que todo
el dinero que ahorremos negociando una moratoria en la deuda (más le valdría a
Rajoy en vez de negociar que Guindos lidere el Eurogrupo , al servicio de la
austeridad alemana, que negocie un pago mucho más aplazado y con quitas, de la
deuda), se pueda invertir en los ciudadanos: en servicios públicos, en
investigación y desarrollo, en apoyo a las familias, y a los autónomos y las
PYMEs.